Quienes inician su camino en el mundo de la literatura creativa vienen siempre con muchas preguntas a bordo: ¿se puede aprender a ser un escritor?, ¿eso en realidad se enseña?, ¿el talento es algo innato, con lo que se nace, o surge y se desarrolla a medida que el escritor gana más experiencia en su vida creativa? Todas estas preguntas son válidas y forman parte de la experiencia humana de aquellos que escogimos la senda del arte: responder esas preguntas nos quita, a más de uno, el sueño.
Las diferentes gradaciones de talento
Como profesora de escritura creativa he trabajado con autores que poseen diversas gradaciones de talento: desde el verdaderamente relumbrante, que requiere muy poco trabajo; pasando por el autor “diamante en bruto” que tiene todas sus potencialidades latentes pero con un escaso desarrollo; y hasta llegar a aquellos que, a pesar de su trabajo, su interés, su dedicación y amor por el oficio, no poseen lo que, a falta de una palabra mejor, hemos denominado “talento”.
Para muchos de los que pertenecen a ese último grupo les es difícil admitir que este oficio no es precisamente el que se les ajusta. Puede que la pasión por la escritura los haga aferrarse a su necesidad de querer contar y, en ocasiones, esta misma pasión puede llevarlos por una senda también hermosa: la de convertirse en excelentes lectores o apasionados del arte en general, que es también una manera creativa de vivir lo literario.
El talento no se enseña pero se puede pulir
Como autora tengo la firme convicción de que el talento no se enseña. Nace, está ahí, menos o más incipiente, en el alma del escritor, en su tejido de referencias como ser humano, en su habilidad para transmutar o reseñar la realidad a través de las palabras. Pero el talento sí se puede pulir. No es una piedra perfecta —si bien en cada caso es única— que no requiere ningún trabajo sobre ella.
El talento viene siempre acompañado del oficio, y una cosa sin la otra no tiene demasiado sentido, pues aquella capacidad o habilidad innata tiende a oxidarse cuando no se desarrolla, cuando no se pone en movimiento (como se atrofia cualquier músculo que no utilicemos en nuestra vida cotidiana). El músculo del talento puede esculpirse, fortalecerse, convertirse en nuestra verdadera obra de arte y en el principal vehículo de nuestra creación.
El escritor talentoso vs. la creatividad
Pero, ¿cómo se desarrolla el talento? ¿Cómo puede un escritor talentoso armarse de mejores y más potentes armas que nutran su creatividad, su pensamiento, su imaginación, su capacidad de abstracción y de síntesis, su poder de transformación de lo real a través de la palabra?
En este artículo te propongo algunos útiles pasos para desarrollar ese músculo innato o esa herramienta con la que has venido al mundo.
Pasos útiles para desarrollar el talento
Conviértete en un lector activo
- Lee críticamente. Lee mucho. Lee de todo un poco. No te conformes con un solo género literario. Puede que, como escritor, solo te interese cultivar la narrativa o, específicamente dentro de los géneros narrativos, la novela; eso no significa que no debas o necesites leer material de todo tipo: poesía, teatro, ensayo, literatura científica, biografías, etc. No te limites a leer de manera superficial, pasando página tras página como quien debe cumplir un objetivo para salir del paso; por el contrario, lee siempre entre líneas, anota, sé crítico, busca un objetivo creativo siempre que te enfrentes a la página escrita y compara siempre con la página en blanco que te espera una vez termines este proceso. Aprende a ser un lector activo, constructor de la propia realidad literaria en la cual has decidido sumergirte.
La investigación como herramienta del proceso creativo
- Investiga a profundidad aquellos temas que resultan de tu interés. Puede que alguna de estas investigaciones te hagan sumergirte en un proceso creativo, nunca se sabe. Pero, en todo caso, lo verdaderamente importante es que nunca olvides que, como creador, eres primero que nada un investigador de la realidad y que esta realidad no tiene solo un ángulo de referencia, un solo ángulo para ser abordada, sino múltiples. Encuentra aquel ángulo en el que te sientes cómodo y defiende tu verdad como creador.
Diseña tu propia rutina de trabajo
- Dedícale tiempo diario a tu oficio creativo. Como ya te mencionaba anteriormente, también el talento se atrofia y se oxida si uno no le pone interés, si confía de manera excesiva en que sus capacidades innatas lo llevarán a donde se desee sin poner empeño en el trabajo. Diseña tu propia rutina de trabajo y, si te es posible, ocupa al menos una hora diaria en el proceso creativo. Plantéate retos. Piensa con mente de creador.
Busca tu crecimiento creativo
- Busca la manera de aprender mejor este oficio. La lectura es un gran maestro. Sin dudas, diría yo, el mejor maestro de todos. Pero siempre es recomendable tener una instrucción, así sea básica, en el oficio que has elegido. Puede ser una instrucción académica, pero no necesariamente. Acércate a escritores con experiencia, busca ayuda, matricula en cursos, en talleres literarios, en grupos que reúnan a autores y donde les ofrezcan herramientas de aprendizaje y referencias necesarias para su crecimiento creativo. Si bien el talento no se aprende, sí se pule.
Las opiniones: un saldo positivo para tu creación
- Acércate a otras miradas críticas sobre tus textos. Sí, las opiniones —a favor o en contra de tu trabajo— son siempre un aprendizaje y, por lo tanto, son también un saldo positivo para tu creación. No tengas miedo en exponer tu trabajo a la crítica de otros creadores o especialistas, incluso a lectores neutrales que puedan ayudar a que tu creación alcance toda su potencialidad.
Mantén el ritmo y alcanzarás tu meta
- No te duermas en los laureles. De nada sirve que arranques con velocidad y con un excelente ritmo de trabajo si, a mitad de camino, empiezas a sentirte cansado o desanimado y, entonces, como consecuencia lógica, arruines todo tu trabajo previo con la apatía. Sé consecuente con el ritmo que te has impuesto y no hagas carreras de velocidad. No tienes que demostrar que eres el más rápido en llegar a la meta porque, ¿sabes?, no existe una meta igual para todos: esta es tan diversa como los propios intereses de cada uno de los autores que corren en esta metafórica carrera por el éxito.
Combinando el talento y la dedicación
El talento, sí, podría definirse con muchas palabras: “don”, “fortuna”, “estrella”, o como prefieras denominarlo. En todo caso, tienes que entender que este oficio de la escritura no es un oficio de elegidos, sino de aquellos que conjugan las herramientas con las que han nacido con grandes dosis de esfuerzo y dedicación, incluso muchas veces de sacrificio personal.
Tener un talento no te señala como un elegido, sino como un ser humano más, con determinada predisposición a desarrollarse mejor en determinadas áreas del pensamiento y la creación. Eso, como todo en esta vida, como todo oficio en este mundo en el que vivimos, lleva más que una predisposición innata.
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