Por Enid Vian
La literatura infantil, a multiplicidad polémica, es un tema interesante y con miles de aristas, que no es tan pueril como cree el ignaro, sino que tiene a los niños como destinatarios. Es una modalidad literaria que tiende a generar puntos de vista diferentes y hasta opuestos, según un conjunto de consideraciones éticas, estéticas, literarias, epocales y de todo tipo.
También, en este ámbito, hay sorpresas para los pedagogos, como el arraigado gusto por las soluciones mágicas, sin esfuerzos, a los problemas reales que tienen muchos niños –por no decir la mayoría–, probada desde una muy antigua tradición; y cosas extrañas y a veces inexplicables, como el hecho de que cuentos horripilantes, como el de la Caperucita Roja, todavía deleiten y complazcan a los más pequeños de todas las latitudes, que conocen instintivamente que hay lobos y ferocidad, y no les importa el contexto antiguo en que ocurren los hechos, porque en el fondo el peligro esencial –y la muerte—son los mismos, en todos los tiempos y lugares. Y el peligro, y la muerte, generan interés y emoción, al parecer, desde la infancia.
La motivación de los niños por una literatura emocionante
La fragilidad del ser humano frente a la fiereza, el engaño, la violencia, e incluso las leyes de la naturaleza, son comunes a todos los humanos, en todas las latitudes, y hasta cierto punto, en todas las épocas. Los niños tiemblan de emoción, sí. Y piden que cuenten Caperucita otra vez, inclinados en la seguridad de su almohada. Quizás también por ese mismo contraste entre el peligro y la seguridad que nos hace sentir más vivos, desde edades tempranas.
Por otra parte, y aunque parezca paradójico, los niños captan que los cuentos –aunque tocan puntos cardinales de lo que los rodea– no son más que eso, historias con sus convenciones y fantasías, y se dan a las exaltaciones que produce un relato bien hecho con tanta o más entrega que el adulto. En general, hay esencialidades eternas. Pero, en mi opinión, hay cosas que sí han cambiado y que son específicas de la modernidad; y otras que podemos ver, decididamente, desde otros ángulos, con las nuevas perspectivas sociales y científicas de nuestro tiempo y especificidades nacionales que nos identifican.
La interpretación de la realidad en la literatura infantil
De todos modos, hay sin dudas secretos, vibraciones en la psicología humana por descifrar. Y hay circunstancias propias de la literatura dedicada a los niños y jóvenes que debemos poner en la palestra. Al ser literatura, debe interpretar –y traducir a un hecho estético– las nuevas realidades, los cambios que vivimos y nos transforman, los que nos hace hombres de este siglo, y de algún modo, proponer nuevas miradas al mundo y abrir imaginación y horizontes. Hacer pensar y sopesar.