Elaine Vilar Madruga.
Tengo la certeza (y es absoluta) que el escritor debe reunir, en el cuerpo simbólico de sus referencias, diversas identidades. La meta es ser, a una misma vez, fotógrafo de una realidad, historiador e investigador. Estos registros pueden aunarse con otros, no lo excluyo, de acuerdo a la naturaleza de cada escritor, de acuerdo a sus intereses específicos. El mundo de la literatura —que no siempre sobrepasa lo real, pero que muchas veces sí se le iguala— se construye no solo desde la posibilidad de derramar experiencias, ideas, sentimientos, ejercicios de memoria en la archiconocida página en blanco, sino que se arma también en nuestra investigación constante sobre la realidad que nos circunda.
En ocasiones, beneficiamos el ejercicio creativo por encima del investigativo, como si el primero no estuviera concebido dentro del segundo, y como si el segundo no fuera también parte de la masa crítica del proceso de generar arte. Es cierto: crear nos exige establecer una conexión invisible con nuestro mundo interior y con lo exterior que nos sobrepasa, es sin dudas una práctica donde lo inconsciente se funde con lo consciente. Sucede, al investigar, que nuestro intelecto —e incluso nuestras fuerzas creativas— está despierto, a la “caza” del conocimiento, de extraer de la fuente lo necesario para construir, más adelante, la obra de arte (sea esta cual sea). En la investigación ponemos en alerta nuestros mecanismos receptivos para perseguir la meta que es, deduzco, común a todo creador: adquirir el conocimiento necesario que pueda ser trasmutado, más adelante en el proceso creativo, en materia(l) de arte. Pero no por eso debemos cortar los lazos entre ambos registros, ya que estos conforman el ya mencionado proceso de gestación de la obra, que tendrá indiscutibles variaciones de autor a autor, de voz a voz, de un intelecto al otro.
El ejercicio investigativo en la obra literaria
He percibido que no pocos jóvenes artistas —y otros no tan jóvenes— desdeñan el proceso investigativo, enarbolando para ello no pocas razones que benefician al aspecto más “espiritual”, “sensitivo” e “inconsciente” de la creación en detrimento del pensamiento analítico y de síntesis que toda investigación obliga. No obstante, en mi experiencia como escritora, debo refutar estas ideas. Quizás se trate de mi propia naturaleza, o del espacio en que crecí (una casa donde la investigación de las ciencias y de la Historia formaba parte consciente e inconsciente de la vida), pero hasta el día de hoy, no hay obra literaria que yo pueda concebir sin que, detrás de ella, exista el ejercicio investigativo.
Confieso que la investigación me apasiona y que sus infinitas posibilidades de conocimiento —amén de las múltiples conexiones que establece con otros universos ajenos, polares o circundantes al mundo de la creación— siempre me han llamado la atención. Es por eso que, en mi proceso creativo, la investigación ocupa uno de los papeles más importantes; un papel que más tarde se integra, de manera orgánica, con el pensamiento artístico y con el nacimiento (el parto) de la obra.
La historia y la cultura en el proceso investigativo
Para llevar a cabo un proceso investigativo que resulte valioso para tu creación artística, te propongo los siguientes pasos:
1. Intenta entender cuál es el tema, el asunto, los sucesos principales sobre los que versa tu trabajo. Esto te ayudará a encaminar tu investigación y a ganar valiosas horas de creación. Por lo general, temas, asuntos y sucesos pueden reducirse a unas pocas palabras, dentro de las cuales se condensa toda la esencia investigativa que conducirá tu proceso.
2. Analiza la época histórica en la que se desarrollará tu creación (¿el presente?, ¿el pasado?, ¿acaso un futuro que rescata signos pertenecientes a un momento histórico añejo?). De una forma u otra, descubrirás que tu obra no puede desligarse de la condición tiempo y espacio: de hecho, la creación existe en esas dos dimensiones, y a ambas se debe. La Historia estará presente en tu trabajo, y negarlo solo te conducirá a que tus personajes vivan aislados de la realidad dramática que los circunda o, craso error, lucirán ajenos, perdidos, en una circunstancia y un tiempo que no comprenden bien porque tú, su creador, tampoco lo haces. Este consejo se reduce a pocas palabras: estudia la Historia y asume que tu creación se insertará en ella, que tus personajes nadarán en sus aguas; y que eso no podrás evitarlo.
3. Examina a profundidad la cultura en la que harás vivir a tus personajes. Como habrás notado, este punto se interrelaciona estrechamente con el anterior. La cultura nos define: marca cómo caminamos, qué comemos, cómo pensamos, qué damos por natural y que rechazamos como tabú; cuál es la música que nos acompaña, qué es lo que aceptamos y qué preferimos desterrar de nuestras memorias. Incluso personajes “rebeldes”, personajes que no obedecen las leyes establecidas por su cultura —a los que podríamos llamar marginales, liminales, nómadas, libres, alejados del peso de lo determinado— forman parte de un sistema al cual, con sus acciones, con sus pensamientos, contradicen. Incluso para negar un valor o una instancia cultural es preciso conocer de qué manera hacerlo. La cultura impone nuestros límites y marca, también, la manera en que los personajes se desenvuelven por el tejido del texto.
La investigación a fondo como herramienta para la creación
4. Bonus track para escritores de fantasía y ciencia ficción: los anteriores tres puntos se cumplen también en la literatura del género fantástico, aun cuando en ella se intente hablar de la posibilidad, del escenario que no ha sucedido, en un margen que —es cierto— concede ciertas facilidades creativas, ya que nos permite unificar en un mismo relato o novela, conceptos pertenecientes a dos culturas o a dos tiempos históricos diversos. No obstante, los personajes han de obedecer las leyes del universo que el escritor ha construido para ellos. Lograr esa coherencia no es simple. Exige de persistencia, ordenación, concatenación e investigación. Mientras más limpio de dudas esté el material del que parte tu obra, más limpio será el proceso creativo y, finalmente, el hijo literario.
5. Existen diversos niveles de profundidad de investigación, acordes al propio universo creativo que el autor construye. Una investigación a fondo te conducirá a un viaje increíble que puede durar varios años. Así como te digo: ni más ni menos. Mi experiencia escribiendo Raspute/Encrucijada, una obra teatral basada en la vida de Rasputín, me llevó más de cinco años de investigación, y solo uno de escritura (para un total de menos de 80 páginas). No obstante, no todo el estudio tiene que, por naturaleza, conducirte a una travesía de tanto peso. Intenta dictaminar, de antemano, qué tipo de información necesitas y para qué la usarás dentro de tu obra. Esto te permitirá sintetizar las búsquedas y ganar tiempo. Por otro lado, la buena noticia es que una investigación a profundidad te concederá un cúmulo importante de información que, sin dudas, no agotarás en una sola obra literaria y que te servirá para proyectos futuros.
6. Busca asesoría. La creación no es un viaje en solitario. Intenta aliarte con algún especialista del tema al que atañe tu proceso investigativo. Ellos te allanarán el camino, te indicarán las lecturas más apropiadas, te ayudarán a que, mediante la síntesis, puedas alcanzar tu objetivo investigativo a la par que ahorras valiosas horas de creación.
El ciberespacio para la búsqueda de información
7. Procura encontrar información a través de los múltiples sitios del ciberespacio. Es cierto: no todo lo que brilla es oro, ni todo lo que aparece en Internet es cierto. Es preciso tener un filtro de conocimientos que te permita diferenciar qué es útil y qué no, qué noticia es verdadera y cuál falsa. En mi experiencia, no obstante, en ocasiones no encuentras un asesor que pueda procurarte información del tema que investigas, ya sea porque este es demasiado difícil o especializado, o porque se trate de un campo de estudio novísimo, apenas abordado, o porque simplemente eres incapaz de localizar a alguien que pueda responder a tus dudas o encaminarte en el terreno. En ese caso, el ciberespacio puede ser un lugar que, si bien explorado, quizás arroje luces a tu trabajo. Procura, no obstante y para ser consecuente con la seriedad de tu propio proceso, cotejar más adelante esa información adquirida con otras fuentes.
El viaje por el mundo de la investigación es mucho más amplio que estos sencillos pasos que ahora mismo he intentado resumir, en base a mi propia experiencia. Pero estos, sin dudas, constituyen una arrancada, una línea de meta de la cual partir, una referencia a la hora de sumergirte en el mundo apasionante de la búsqueda. El arte no es una materia solitaria, sino que establece conexiones con otros muchos universos, con realidades que —de una forma u otra— terminarán siendo parte de la ficción que deseas construir. Es en estas conexiones que nace el verdadero proceso donde investigación y creación se unen, se amalgaman y sintetizan en beneficio del tejido sutil de la obra literaria.
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