Cómo escribir para los niños sin morir en el intento

Elaine Vilar Madruga

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Escribir para niños y adolescentes es un reto para cualquier creador. Más allá de la frase lugar común —que me perdonarán en este instante, ya que no existe mejor forma de enunciar ese hecho sin edulcorantes—, la verdad es que este género literario obliga a un constante (re)aprendizaje. No se trata solo de encontrar nuevos modos para contar los viejos cuentos; no necesitas embarcarte en un viaje a través de los profundos océanos de la memoria (en busca del niño que alguna vez fuimos y que inevitablemente, nunca más volveremos a ser: la biología condena), sino de hallar un equilibrio entre una literatura de alta calidad —en cuanto a valores estéticos— y un lenguaje accesible —y bajo esta norma, agrego en mayúsculas: Y NUNCA MINIMIZADOR. Hablo de un lenguaje que rete al pequeño lector, que le coloque metas y le permita explorar nuevas palabras y conceptos, y que también le haga sentir la presencia de un mundo distinto y posible, al alcance de las páginas de un libro.
A mis escasos treinta y un años —quince de ellos dedicados de manera profesional al oficio de la literatura, ¡se dice fácil!— sería muy osado aventurarme a dar consejos sobre maneras o modos de hacer literatura para niños y jóvenes. Por eso, quisiera que los lectores —o potenciales escritores que consulten este material— entiendan que estos son los “modos “ y las “maneras” en que he logrado construir una poética de pensamiento, una poética de producción de sentido encaminada hacia mi propio ejercicio crítico y de creación. No es esta una fórmula. No es tal la pretensión. Es solo mi ejercicio de mirar hacia adentro y rescatar, bajo la aparente estructura de las palabras, la sumatoria de mis ideas sobre el proceso de escribir para niños (y no morir ni sufrir en el intento).

Modos de hacer literatura para niños y jóvenes

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1.    Empecemos por lo básico: la literatura no es sufrimiento. Por lo tanto, solo se puede escribir desde el deseo, desde la necesidad —también básica, biológica si se quiere— de dedicar tu vida a este oficio. Dedica tiempo a tu escritura, pero no permitas que te absorba por completo (es decir, la idea no es que te conviertas en un monje dentro del monasterio zen metafórico del oficio), sino combinar, de acertada manera, el registro donde se encuentran vivencias y literatura.
2.    Los niños no son tontos. De hecho, son más inteligentes que los propios escritores. Tu creación SIEMPRE delatará si eres un autor pretencioso, si intentas “parecer” sabio, si escondes el discurso “didáctico” detrás de cualquier personaje o de un final especialmente moralizante. La clave perfecta para conversar con los niños a través de un libro es la transparencia. Muestra tu verdadero ser a través de la escritura. No tengas miedo si eres una persona triste, demasiado alegre, pesimista, distópica o utópica. Vierte tu naturaleza y tu verdad en la escritura. Esto, evidentemente, NO ES una clave de éxito. Puedes ser la persona más transparente del mundo, y no por necesidad un buen escritor. Pero al menos, si cuentas desde la verdad, el niño será capaz de conocerte a ti, y no a la máscara en que muchos autores se convierten.

La libertad y la investigación en el proceso creativo

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3.    Sé libre. La literatura infantil habla de la libertad. Los niños están listos para escuchar, leer, dialogar y comprender CUALQUIER TIPO DE TEMA que forme parte de lo real. Toda la realidad, si se mira bajo esa óptica, es parte del mundo en el que el niño vive, del universo con el cual choca a diario. Temas como la enfermedad, la muerte, la identidad de género, las familias homoparentales, entre otros muchos, han sido considerados “tabúes” literarios y ciertos escritores prefieren escudarse en un tipo de literatura que ellos consideran “más típicamente infantil”. Pero es preciso recordar: todo lo que se enseñe/escriba/muestre como natural (porque así es), el niño lo recibirá de igual manera. Pon punto y aparte a tus prejuicios como escritor, como lector y como adulto. El niño no los necesita.
4.    No tengas miedo a tus personajes. Permite que ellos fluyan a lo largo de las páginas del libro. Escucha el tono de tus personajes. Aprende a escucharlos (según mi experiencia, este es el ejercicio más difícil para todo escritor, ya que implica posponer el ego y anteponer al otro ficcional). Los personajes conocen su camino mejor que tú.
5.    Madura tus ideas. Ya se trate de un minicuento, un relato largo, un libro de poesía, una novela o una obra de teatro, toda idea en ciernes requiere un tiempo para su concreción y maduración. Valora el proceso investigativo. Plantéate algunas preguntas de utilidad: ¿Quiénes son tus personajes?, ¿Cuáles son sus secretos?, ¿Tienen secretos y por qué?, ¿Qué les cuentan estos personajes al lector y qué no?, ¿Cómo hablan?, etc. Construye una historia alrededor de cada elemento que ronde tu obra. Recuerda que tu labor es retratar un universo y este requiere más que siete días de esfuerzo intelectual (o demiúrgico). Contén tu impulso aunque sientas que tu obra viene con todas las costuras perfectas.

La literatura como una forma de impresionar a los niños de hoy

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6.    El lenguaje en tus obras debe colocar nuevas metas al pequeño lector. No se trata de que, en vez de escribir una novela, te embarques en la realización de un pequeño diccionario. Tampoco es necesario aligerar ni adaptar el lenguaje a la edad del niño (sobre todo una vez que este ha transitado la edad preescolar), sino incorporar nuevas palabras dentro de un contexto conocido, que incentiven el deseo de conocer del niño (sin por eso convertir tu libro en el consabido y malogrado discurso pedagógico).
7.    ¿Toda obra debe tener una enseñanza? No, toda obra debe dejar una impresión. Esa es la única enseñanza que los escritores podemos dictar. Si un libro hace que un niño tenga preguntas o le ofrece al menos una respuesta, entonces el trabajo está hecho.
8.    Conversa con los niños. Son mejores escritores que nosotros. Escúchalos y obsérvalos. Recuerda que el niño de hoy en día (para el cual escribes) no es precisamente el niño que un día fuiste (probablemente, el niño en el cual piensas cuando escribes). Debes construir una imagen intermedia entre ese niño del pasado reciente y el del presente para proyectar tu literatura (y si es posible, piensa también en el niño del futuro).

Lo universal y lo fantástico como herramientas para un escritor de literatura infantil

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9.    Busca lo universal, incluso aunque hables de lo regional. Para mí, lo universal se encuentra en el espíritu (acaso lo único esencial que no hemos convertido en un constructo de nuestras sociedades en constante cambio). Si escribes para el niño cubano (por mencionar un ejemplo), intenta que ese libro pueda ser comprendido, también, por un niño panameño, o checo, o japonés. Más allá de los elementos regionales (palabras propias de un país, jerga, dichos, etc.), tu obra debe poseer una esencia que conecte con un pensamiento universal. De otra forma, solo escribes para un aquí y un ahora restringido a las cuatro paredes de una geografía.
10.    El mundo del niño aparece permeado (de una manera u otra) por la fantasía, ya sea la típica de dragones y héroes, o la fantasía propia de los sueños e ilusiones, o la fantasía que incluye al “amigo imaginario” o al “que pasaría si yo…” Todo cuanto sucede frente al niño adquiere los tintes de lo fantástico, incluso el hecho más banal o real del universo. Los niños tienen la capacidad de trasmutar el mundo a su alrededor y encontrar sus propias respuestas. Sin apartarte de tu estilo y de tu propia intención escritural, intenta incorporar a tu libro algunos elementos de lo surreal, de lo fantástico, del infinito mundo de la imaginación y la posibilidad.

La originalidad de los escritores en todo tipo de literatura

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Y, finalmente, un bonus track:

11.    Sé original, por favor, sé original. Ya se trate de que vuelvas a los “mitos clásicos” o reescribas, bajo una clave de contemporaneidad, la archiconocida historia de “La Bella y la Bestia”. No copies ideas ajenas ni las disfraces como propias. No deglutas lo clásico para crear un ajiaco que solo cargue con los mismos elementos de antaño. No repitas las ideas que otros de tus coterráneos ya han abordado (no hablo de los temas, estos existen desde siempre, no tienen nombre ni firma). NO IMITES. Se ha hablado de la importancia de la imitación, sobre todo para aquellos noveles autores que comienzan en las lides de la escritura. Es CRASO ERROR leer compulsivamente la obra de un autor y después intentar reproducir el mismo patrón o estilo de escritura. La literatura es una marca biológica y cada uno nace con su sello. Copiar el estilo de otro autor solo te hará un REPRODUCTOR, no un ESCRITOR. En el mejor de los casos, solo retrasará tu proceso de hallar tu propia forma. En el peor de los casos, te convertirá en un clon fallido que buscará muletas en la escritura de los otros por el resto de su vida.

Este bonus track funciona, por supuesto, para cualquier tipo de literatura que se piense crear (no solo la infantil).
Y sí, por supuesto, lee mucho y escribe más aún. Nunca pares de escribir. La práctica hará que tu ejercicio creativo se vuelva cada vez más fácil con el tiempo.
Escribir es placer. No necesitas sufrir en el camino (ni morir en el intento).

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