Dile al corazón

Los secretos detrás del libro Dile al corazón que ame en voz baja

Mario Brito.

 

 

Dile al corazón que ame en voz baja ha sido publicado recientemente por la joven editorial D’ McPherson. Y voy a confesar por primera vez públicamente que lo narrado en este libro es –fue– una historia real, imperceptiblemente manipulada, devenida libro ¿por casualidad? A quien no la haya leído, le adelanto que es un triángulo amoroso en el cual los vértices están conformados por la incógnita Neg, por el narrador y por la No tú. Juega un importante papel la Gaveta de había una vez, y aparecen unos animales que solo se sabe de su existencia cuando están muertos: los tiquiliaos. La historia nace, se desarrolla y termina, dando cumplimiento a leyes de la dialéctica, y deja por sentado que donde único las tramas tienen verdadero final es en las novelas, en el cine o en el teatro. En la realidad la vida sigue, tal como no termina un viaje cuando uno se baja del ómnibus, del avión o del barco… ¡a veces ahí es donde comienza la aventura! En este caso sí terminó donde acaba el libro. Baste decir que nunca la protagonista incógnita y yo hemos hablado de esto, no ha habido segundas partes: ni siquiera tiene su ejemplar dedicado. Como no conté con su aprobación, me encargué de que solo hubiera una cara pública: la del autor-narrador. La de ella continúa en el anonimato hasta hoy. Por eso me he esmerado en asegurar en cada oportunidad que todo es producto de la ficción, puro cuento vinculado al universo amplio de las historias de amor. 

Las cartas que se convirtieron en un libro

Las cartas que se convirtieron en el libro Dile al corazón que ame en voz baja

 Pertenece al género epistolar, pues existía, sí, una gaveta en la cual yo dejaba papelitos con cuanta ocurrencia me pasara por la cabeza, mensajes que Neg recogió en secreto durante el año –tiempo incalculablemente breve– que duró el idilio. Una vez que lo dimos por terminado, de manera tan civilizada que no parecía real, releí los borradores de los manuscritos. Cuando me percaté del material que tenía entre las manos, se lo mostré a un amigo editor y comenté con él la idea de publicarlo. Me dijo tres palabras en las que había todo un discurso protector acerca de lo sensible que resultaba divulgar el crimen: “Si tienes valor…”, porque desclasificar documentos de ese tipo era la exposición a la guillotina conyugal y familiar. Así que no fue concebido como libro desde un inicio, como sucede con la mayoría. Mostré el manojo de cartas yuxtapuestas a algunas personas ajenas al asunto. Una amiga las organizó con entusiasmo porque “no funcionan, así no funcionan”. Otro me dijo: “encontraste la forma de no ser cursi”. “Hay muchas maneras de tener un perro”, me dijo otro, y todavía hay quien se cuestiona qué sería mejor, si ser corcho u orilla. Meses después –el instinto martillando con insistencia, insoslayable, desesperante, como esos lugares donde siempre está cayendo una gota–, lo presenté a la Editorial Capiro, de Santa Clara.

La aceptación del libro entre los lectores 

La aceptación del libro entre los lectores

 Tres editoriales lo han publicado con éxito. Ha sido promovido en días de San Valentín; narradores orales y actores han incorporado textos en su repertorio para declamarlos; novios, novias, amantes, esposos y enamorados de todo tipo los han regalado como ofrenda, como desagravio o declaración, según el caso. Hasta hay quienes han venido a mí por una dedicatoria privada para alguien especial, tal ha sido el valor que le conceden.  ¿A quién va dirigido? No fue mi intención un destinatario específico. Si todas las personas que hablan ese idioma universal llamado besos lo acogieron así, fue quizás porque la sinceridad de la historia los atrapó. Curiosamente ha sido un público femenino de cierta madurez –treinta años, “mujeres con pasado”, a decir de Cacho Castaña en su canción–, quien más se ha identificado y hasta enamorado del libro. 

Los protagonistas del libro

Los protagonistas del libro

 ¿De qué me arrepiento? Herí a un alma que no lo merecía, hice feliz a otra que al final también resultó dañada, sufrí yo. Dos seres diferentes, pero entonces no me había convencido de que les faltaba el respeto a ambas, y que, de cierta manera, también me irrespetaba. Pero eso fue al final, después de. Mientras la tercera persona (la No tú) lo ignoró, estuvo tranquila, dormía sus noches. Neg, en el anonimato, aun sabiéndose en la cuerda floja, disfrutó las migajas que yo acopiaba para ella, animada en la comodidad de no sentirse agredida. Cosas de las cuales no se enteran los lectores.  El tiempo ha pasado y me di cuenta de que los protagonistas de la vida real nos ponemos viejos y faltaremos algún día, pero los del libro no. Seguirá siendo un estreno joven para quien lo descubra, porque también en materia de amor el nunca y el siempre tienen que ver con el infinito, cómplices directos de la eternidad. 

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