Elena Rosales Caballero.
Quiero tener un diálogo en el que desaparezca la delgada línea del hoy para escapar del reino de este mundo e ir fuera de la poca tranquilidad que nos acecha. Quiero ir hacia mundos imperfectos, pero más reales que la propia vida, por lo menos mundos más legibles, aunque sea desde fuera. He comprendido que para ello lo mejor es leer: la lectura es una conversación donde el libro habla y tú, en mente y alma, te tornas respuesta.
Prefiero vivir intensamente todas y cada una de esas historias que me desvelan, a quedar inmóvil al borde del camino y congelar mi júbilo. En realidad, soy más de Benedetti. Prefiero quedarme con un libro, cerrar los ojos y oler los sentidos que me motivan a pasar página, a no pegar ojo. Prefiero siempre, elegir su sapiencia, como cuando eliges un buen vino. Elijo, sin lugar a dudas, aferrarme a esas realidades paralelas y cultivarlas en mí.
El aroma de un buen vino y un libro
Esta escena llena de improvisaciones que es vivir, está también llena de comparaciones, entre los actos que le dan lugar. No se puede evitar establecer nexos y puntos de similitud; por ello, el encanto entre un buen vino y un libro es irrefutable, el aroma de esta bebida cala hasta lo más adentro de nuestro sistema nervioso. ¿Y un libro? Pues faltaba más, el aroma de un libro queda tatuado en la memoria.
Cuando degustas un trago de vino saboreas sus más intrínsecas esencias, evocas momentos y personas. Cuando su suave textura acaricia tu paladar se renueva en cada sorbo y en cada saboreador. Es como cuando te envuelves en las sábanas cálidas de la literatura, la haces tuya y siendo la misma varía en cada lector.
Un libro es como la brotación de la vendimia, antes de que podamos degustarlo lleva consigo implícito un proceso de sumos detalles que marcarán la diferencia. Tanto las uvas como las ideas recorren un extenso camino de dedicación, creación e ingenio, de horas entregadas a un sueño capaz de crear en otros el más deseado insomnio, de apetecer la más sola de las compañías y la más acompañada soledad.
El beneficio de la lectura para la mente y el alma
El más fiel de los escuderos será la mente, albergarás en ella todos tus mutismos, personajes, quimeras, conflictos y al mismo tiempo paz; en ella permanecerá el recuerdo de esas letras que bebiste y de ese vino que no paraste de leer y que memorizaste como el más codiciado verso. Por eso, cuídala con celo y nútrela de hechos que, cuando se conviertan en historias, ameriten ser contadas.
Los libros y los buenos vinos dejan, por muy tristes y amargos que parezcan, un sabor a satisfacción y deleite en los labios del alma. Hasta los más crudos escenarios de la ficción y los más resecos tragos llegan, porque su verdad es más fuerte, su espíritu e intensidad sobrepasan desprecio posible, además están hechos para eso, para ajustarse a las ramificaciones más insólitas de los seres tan diversos.
Tienen, ambos, tal poder, que logran resurgir de entre la individualidad de cada ser, de cada paladar, de cada realidad heterogénea y compleja en su esencia. No dejes que quede en estas líneas tales sensaciones, permítele a tu cuerpo, que es tu templo, seducirse en la brisa de una buena lectura con sabor a vino.
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