Eldys Baratute.
¿Qué si me gustan las historias de amor? Esa es una pregunta demasiado fácil, siempre me han gustado. En todos mis cuentos hay alguien que se enamora de otro, o le roba su amor, o lo separa de una familia a veces demasiado tradicional, a veces demasiado impositiva. Estoy seguro que el amor le da brillo a la vida, y eso lo tienen que saber mis lectores, de la misma forma que es importante para mí que los lectores sepan que la felicidad existe y que es necesario abrigarla, abrazarla, no dejarla escapar.
¿Qué si un chino y una mulata cubana pueden escaparse, que cómo se me ocurrió eso? Oye, pero tú preguntas cada cosa. Cualquiera puede enamorarse de cualquiera, para que lo sepas, en mis libros, que es lo mismo que decir, en mi mundo, ese problema no existe y si existiera los personajes se rebelarían contra eso. No puede existir la felicidad si excluimos, si discriminamos, si pensamos que un muchacho de ojos alargados no puede quedarse enamorarse locamente de una bailadora de rumba de un solar habanero. Este es un cuento bajo esa premisa.
Los personajes del libro Esto no es un cuento chino
Lin Yatsen y Yatselin son tan diferentes como lo puede ser la noche y el día. Él nacido en las márgenes del rio Yangt-sé, en la región autónoma del Tibet, hijo de una familia tradicional china; ella nacida en el mismo corazón de Centro Habana, en un solar con casi cincuenta metros de profundidad, hija de un jugador de dominó, tan famoso que hasta del oriente del país venían hombres y mujeres a retarlo, y de una bailadora de rumba que, en sus ratos libres, consultaba a los espíritus. Sin embargo, los dos se conocieron, se amaron, renunciaron a todo lo demás para estar juntos. No les importaron los kilómetros entre uno y otro, el clima, el idioma, los padres.
¿Qué si en otros libros míos aparecen esos mismos personajes? Por ahora no, solo por ahora. Este es un cuento que escribí para D’ McPherson Editorial, pero quizás siga la saga y Lin Yatsen y Yatselin aparezcan en nuevas historias. No quisiera que los lectores se desprendieran tan fácil de esa muchacha que practicaba clases de kung-fu y del chino que se acostumbró tanto a los cubanos que parecía uno de ellos.
Un escritor que emociona a sus lectores
Ah, pues mira esa pregunta siempre me la hacen y a mí me aburre contestarla ya. Yo escribo para toda la familia. Para los niños pequeños, para los más grandes, los adolescentes, los jóvenes, sus padres y sus abuelos y sus animales y las plantas, y hasta para las rocas, si quieren escuchar mis historias. Yo escribo para todo el que quiera leerme, o mejor, para todo el que necesite leerme, no importa la edad que tenga y me gusta pensar que son muchos los que lo hacen, los que se sienten felices, tristes, alegres o molestos, cuando me leen. Si se quedan así, casi igual, como si no hubieran leído nada, no me siento bien; pero si se emocionan, no importa cuál sea la emoción, entonces estoy feliz. Eso es lo que quisiera recibir cuando lean Esto no es cuento chino (Historia de amor entre Lin Yatsen y Yatselin), entonces estaré seguro que las bellas ilustraciones de Alain R. Cuba y el trabajo de todo el equipo de D´McPherson Editorial, no fue en vano.
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