La primera arrancada del día

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¿Eres de esas personas que prefieren dormir con frecuencia? Tres alarmas, una cada media hora, garantizan que – a la tercera va la vencida –puedas llegar a tiempo al trabajo. Aunque algunas veces permitimos que se nos peguen las sábanas, nunca debemos pasar por alto el primer bocado del día, por lo que las tres alarmas también deben asegurar 15 minutillos para desayunar.

No supone tanto esfuerzo para quien se convenza de que la primera comida del día es la más importante. No precisamente por aquello de desayunar como rey, almorzar como príncipe y cenar como mendigo; sino porque la leche con café supone una carga revitalizante para la mañana y un almacén de antioxidantes para luchar contra los radicales libres durante todo el día.

Después de un buen descanso nocturno, los niveles de azúcar (glucosa) en la sangre son muy bajos. Hemos estado sin comer de 6 a  10 horas; el cuerpo básicamente está vacío. Por eso, cuando no se desayuna el cerebro se ve privado de la glucosa, el combustible que necesita para funcionar a pleno rendimiento.

Importancia del desayuno para el cerebro

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La cuestión es que el cerebro no tiene la capacidad de almacenar la glucosa, sino que esta es fabricada por el cuerpo a partir de los alimentos que consumimos. El cerebro consume cerca del 25 % de toda la glucosa del organismo. Sin esa energía, la memoria de trabajo decae y con ella la atención y la capacidad de concentración.
La memoria de trabajo es una forma de actividad cerebral, se trata de un tipo de memoria a corto plazo que permite mantener varios datos en el pensamiento de forma simultánea. Es el equivalente de la fuerza muscular en el cerebro. Por tal razón, especialistas aconsejan que es doblemente importante el desayuno en etapas escolares e insisten en la niñez y adolescencia, épocas de crecimiento y necesidades de energía.

No importa si no tienes hambre cuando despiertes. Es normal la inapetencia en este horario, incluso si la noche anterior cenaste poco. Piensa en el cuerpo como una maquinaria pesada que necesita tiempo de arranque para ponerse en funcionamiento, minutos en los cuales el “apetito” también activará su botón. Por eso, no necesariamente tienes que comer según te levantes. Puedes tomarte un respiro hasta que tu cuerpo esté listo, incluso si prefieres ahorrar ese tiempo para un sueñito extra.
De cualquier forma, el desayuno viene siendo ese combustible inicial con el cual prendes motores para un día lleno de actividad. Por eso saltárselo es un mala opción, incluso si piensas que así lograrás bajar de peso.

Desayuno correcto

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No existe relación directa entre adelgazar y evitar el desayuno. Paradójicamente, no hay nada más lejano de la realidad. Las personas que desayunan bien, ingieren fibras y favorecen la sensación de saciedad; mientras que quienes desayunan mal, o no lo hacen, después sienten más hambre y suelen comer más alimentos ricos en grasas o “picar merienditas”, por lo que engordan más.

Además, la glucosa también alimenta los músculos, y así nos sentimos menos cansados y con más energía en general.
Ahora, no todos los alimentos son recomendables para desayunar. Primero debemos tomar líquido; para abrir el apetito y conseguir los antioxidantes, lo más aconsejable es el zumo de fruta. También puedes optar por el té y las tisanas, y por supuesto los lácteos, de los cuales obtendremos minerales y vitaminas como el calcio; pero nunca café con el estómago vacío… Y además, no olvides consumir más carbohidratos (pan y cereales) que grasas y proteínas.

En relación a la cantidad, expertos en nutrición recomiendan que en el desayuno se tome la tercera parte de las calorías que se van a ingerir en la jornada; teniendo en cuenta que son aconsejables tres comidas importantes al día (desayuno, almuerzo y cena) y dos tentempiés, a media mañana y a media tarde. Lo importante es saciarnos sin llegar al exceso, consumir lo necesario para evitar meriendas copiosas y llegar hasta la próxima comida sin morir de hambre.
Para una vida saludable y activa, un desayuno correcto es la primera arrancada.

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