Independientemente de la cantidad de tipos de editores a los que se le denomina solo editor y que cumplen distintas tareas, cuando oigo la palabra editor, siempre pienso en aquel que trabaja con el texto, aquel que tiene en sus manos la responsabilidad de pulir, cotejar, en fin, editar o lo que es lo mismo, mirar con ojo perfeccionista el manuscrito, su contenido, su fisonomía, sus textos y paratextos, el diseño, y esa relación que vendrá después con el lector.
Editar con urgencia
Como editora, muchas veces he tenido que editar con urgencia. Ante esta tarea me dispongo a la carrera y abro el Word, y recuerdo, siempre, casi como un mantra de iniciación, aquella frase de alguien que ya parafraseo en versión libérrima: los escritores son los monumentos, los editores, si acaso, las palomas y me digo «No la puedes cagar». Sonrío, y ya estoy dándole ctrl E al texto para ir contando los caracteres con espacio, dividirlos entre 1800 y saber a cuántas cuartillas me tengo que enfrentar.
Editar: leer, leer y marcar
La primera lectura del manuscrito debe ser una lectura imparcial, pero atenta. Para ganar tiempo a mí me gusta ir marcando ―mejor si con varios colores― mis impresiones. Las herramientas de Word que permiten poner notas al margen vienen luego, cuando al haber leído todo ya puedo eliminar algunas de las marcas o he detectado otras observaciones que cambian mi punto de vista respecto a marcas anteriores.
Sugerencias y consideraciones
Como ya habré entendido la estructura del libro, y ya sabré si la redacción, el estilo y la disposición de partes son comprensibles y adecuados, entonces ya tendré claro qué sugerencias debo hacerle al autor y así las marco al margen de la página, con comentarios explícitos y claros que nos permitan una buena y rápida comunicación. Al enviar el original marcado, también le digo al autor en cuántos días necesito que me devuelva el texto con sus consideraciones. Era para ayer, recuerden.
Time, time, time
¿Pero cuál es el tiempo?, ¿cómo sé cuál es el tiempo máximo que puedo demorarme con un libro? Si dividimos la cantidad de cuartillas de un libro por la cantidad de días que tengo para editar, nos dará el número de cuartillas que debemos hacer por días, y a eso hay que restarle los días de interactuar con el autor. Una vez precisado este dato solo nos queda organizarnos, saber que tenemos esa pauta, y que la concentración debe ser nuestro mejor aliado porque el vísteme despacio que estoy apurado no por gusto es sabiduría popular.
Ohm edición
Cada editor tiene su espacio de trabajo preconcebido, las horas en las que rinde más. Es importante estar cómodos, tener a mano todos los libros, diccionarios y herramientas que necesitaremos, y estirarnos a cada rato, ponernos metas de A las tantas páginas me levanto un momento, me estiro y me tomo un café, un vaso de agua, un tecito verde… Si nos enfrentamos al texto con comodidad y relajados, ninguna presión de tiempo puede atentar contra la calidad del trabajo, y como al otro día necesitaremos estar cómodos y relajados igual, no debemos excedernos. Cumplir la meta será la meta.
El zapato del autor no es mi zapato
Otra herramienta importantísima en cualquier circunstancia, pero sobre todo en aras de ganar tiempo y calidad, es la empatía. A veces nos tocan manuscritos que quisiéramos quemar, pero ya alguien más determinó que eran publicables, así que a ser humildes y trabajar.
Es importante recordar que nuestro trabajo es velar por la dignidad del manuscrito. Si alguna vez se nos sale esa pezuña de editor que hubiera querido escribir, no pasa nada, pero cada comentario que hagamos debe hacerse con el respeto y la argumentación suficientes como para que el autor entienda, acepte o no la propuesta, y no perdamos tiempo en segundas explicaciones o malos entendidos.
Valoración 1 Valoración 2
Una vez puestos de acuerdo todos y limpiecito el libro, pasamos al maquetador y diseñador con nuestras pautas de diseño interior y diseño de cubierta. Casi siempre cada editorial tiene sus pautas y perfiles determinados, pero cada libro es distinto a otro y el maquetador y el diseñador necesitan saber a qué se enfrentan. Una vez comprendida o determinada la estructura, el editor allana el camino marcando las distintas valoraciones a las que pertenecen las diferentes partes o conceptos del libro.
Planas, pruebas, arte final
Si todos los procesos se han cumplido con entendimiento y eficacia, y si, por supuesto, nuestro maquetador sabe muy bien que debe cuidar no solo la estructura sino las particiones, las viudas y las huérfanas, nos enfrentaremos a unas planas limpias a las que ya casi podremos convertir en arte final.
El diseño de cubierta y de interior
Una vez frente al diseño de cubierta, si se han explicado bien las ideas y ya tenemos adelantado un perfil para cada colección, será un sí rotundo si verificamos que refleja el contenido general del libro y trasmite el mensaje esperado al lector.
Someter el diseño de interior y cubierta a la aprobación del autor mediante firma ya será el último paso para la entrega. Luego, cuando salga calentito de la imprenta en su versión de siempre, o del programa moderno que lo convertirá en e-book, sabremos si lejos de haber mancillado con nuestras eses/heces al monumento ―oficio de paloma designado― lo que hicimos fue posarnos en el hombro del autor.
Por Yudarkis Veloz Sarduy
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