Lorenzo Lunar.
Joven Anteo:
He recibido tu correo electrónico pidiendo matrícula en el taller de creación literaria que imparto por esta vía.
Me alegra que un joven como tú, de formación técnica –me cuentas que eres ingeniero en Construcción Civil– pretenda escribir textos literarios. Me satisface porque generalmente, los que como tú no tienen una formación humanística, resultan ser buenos alumnos. Quizás por la sinceridad propia del neófito con que entran al mundo de las letras.
He dicho sinceridad y eso es lo primero que aprecio en tu e-mail de solicitud. Me dices: “Después de pensarlo mucho, me he decidido a escribir. A entrar en el incierto mundo de la página en blanco”.
Pensarlo. Eso es un buen punto de partida. Todo en la vida ocurre a partir de una incertidumbre. ¿Por qué nos decidimos un día a escribir literatura? ¿Qué nos impele a ese intento que generalmente termina en un naufragio?
Es interesante que casi todo el mundo, al menos una vez en su vida, quizás de manera inconsciente, haya pretendido escribir: un poema, un relato, una carta…
El momento del primer enamoramiento es, sin dudas, lírico. Todos hemos emborronado una carta de amor, inventado un poema o, al menos, plasmado la letra de otro para entregar palabras antes que hechos, frases antes que besos, versos antes que caricias a la persona que se pretende. Adolescente furia literaria que apenas podemos evitar.
La aventura de escribir un texto literario
Escribir es un acto de amor. Por eso el amor a la madre lo tratamos de hacer lírico en la postal de cada año. Cuando alguien escribe esa dedicatoria está cambiando su discurso habitual por otra palabra que, al menos en sus pretensiones, debe ser más bella. Así pueden surgir también manifiestos de amor patrio, líricos compromisos de trabajo que en nuestra postmodernidad se han bautizado como “comunicados” y hasta fervientes declaraciones de principios.
Todos quieren escribir.
El médico, en medio de su carrera, intenta dejar sus experiencias en blanco y negro. Abundan las crónicas de galenos rurales, de misioneros de la medicina que han laborado en países lejanos y hostiles y tienen a bien compartir sus experiencias. Son muchos los profesionales de la medicina que han trascendido, más allá de su humano quehacer profesional, por el no menos humano oficio de la literatura.
El militar retirado quiere, al final de su carrera, dejar escritas para la posteridad sus hazañas, y se pretende escritor. El héroe del trabajo no puede morirse sin dejar testimonio de sus proezas. El actor, el músico, el pintor… todos, quizás insatisfechos con lo que su arte les ha provisto, se lanzan a la aventura de escribir un texto que en algunas ocasiones llega a ser literario.
La mayoría lo hace sin pensarlo. Sin calcular que se trata de un acto responsable. Algunos, incluso, creen que más que una necesidad es un derecho.
Por qué escribo
Por eso me hace feliz que al presentarte como posible alumno de mi taller me digas que lo has pensado. Que lo has pensado mucho. Yo agrego algo más: Ser escritor implica la necesidad de pensar cada día la validez del acto de creación que uno asume. Más que la reiterada lucha contra la hoja en blanco, que muchos presentan como el más grande conflicto del acto de creación literaria, hay un escenario cruel: el que ocurre en el interior de esa persona que se adentra en la aventura de escribir.
¿Por qué escribo? Esa es la cuestión más allá de escribir o no escribir. El artista es un creador y debe asumir ese acto en toda su dimensión. Escribes porque tienes una opinión, una visión, un sueño. Una señal que es más grande que la propia escritura. Escribes para crear. Escribes porque crees.
“Después de pensarlo mucho, me he decidido a escribir”, confiesas. Yo agregaría, valiente Anteo, que cada idea que decidas convertir en letras debes pensarla mucho. Cada frase, cada oración, cada palabra.
Escribir requiere ingenio, también eso que llaman talento y hasta la dudosa inspiración. Pero, por encima de todo, es un acto del intelecto. Es el pensamiento metabolizado. Es la esencia de la vida del que se asume escritor.
Creo que hemos comenzado bien, joven amigo. Te doy la bienvenida a este juego que, hace ya más de un siglo, estrenara Rainer María von Rilke con sus Cartas a un joven poeta, y que después el maestro Mario Vargas Llosa parodiara en sus Cartas a un joven novelista.
Espero tu próximo e-mail.
Postdata: Hay una hermosa película que se titula Imágenes & Palabras, protagonizada por Clive Owen y Juliette Binoche. Puede que complemente en algo lo que en este mensaje he tratado de explicarte. Te la recomiendo.
Le recomendamos: Biografía de Lorenzo Lunar; libros Pequeñas miserias cotidianas, El asere ilustrado, Chivo que rompe tambó: Cocina criminal cubana; artículo Escribir es fugarse de las palabras; artículo Ser escritora es algo tan extraño; artículo De cómo se relacionan los libros y los autores con los textos y las maneras en que se escribe.