Por Mayelin Portales Joba.
Anna en la hoguera es una novela exquisita de Roberto Méndez, en la que el autor pone de manifiesto su respeto por el arte y en especial por la danza. Nos da una clase magistral, sin parecer, de música, de ballet y por qué no, de historia, de esa otra historia de Cuba que escapa a la oficialidad y pone al descubierto extremismos, injusticias e incomprensiones que impiden muchas veces hacernos una idea fiel de nuestra realidad de antes y de ahora.
Anna y Eugenia han salido de su país natal en un vagón de puertas selladas que apestaba. Han huido de Rusia después de esperar en vano a su padre confinado a Siberia. “Deben ganar la frontera sin que se entere el padrecito Stalin”. Apenas unas rebanadas de pan negro (cambiado por un reloj de oro perteneciente a su padre) para su largo viaje a París mientras el frío las tortura.
La vida en París no sería tan luminosa como la ciudad y ser una gran bailarina era cosa de sueños; después de largas jornadas de ensayos en que los cuerpos mal abrigados y alimentados quedaban exhaustos recibían un pago miserable. Se necesitaba un “protector” para alcanzar un puesto digno en una obra y para no terminar en un vulgar cabaret, en el alcoholismo o en la prostitución.
La figura influyente de Ida Rubinstein
Después de un día de ensayos especialmente duro y decepcionante, Anna sostiene un encuentro que le cambiará la vida: Ida Rubinstein no solo la consoló sino que la invitó a una de sus funciones, escandalosas a los ojos de su madre, Eugenia, y de un sector importante de París y sobre todo de la Academia.
La figura de Rubinstein, reflejada en una foto que acompañaría a Anna toda su existencia lúcida, su exhortación a ser valiente y la imposibilidad de verla interpretar Juana de Arco, se convirtieron en obsesiones para esta muchacha consagrada a la danza.
La bailarina estrenaría Juana de Arco años después en una reunión privada en París a la que Anna no pudo asistir; esta frustración marcaría su vida y acaso anunciará su propio infortunio y su destino marcado por la incomprensión, las falsas acusaciones y un término escogido macabramente por la sociedad cuando las mujeres llevan luz: bruja.
Roberto Méndez de modo magistral nos va recreando esta historia con visos de ficción pero también de hechos reales. La existencia de esta mujer en La Habana resultó ser decisiva para el ballet en Cuba.
La llegada de la bailarina a Cuba
Su llegada a la Isla en los años cuarenta y su decisión de aplatanarse con su madre luego de tantos viajes en los que habían tenido como valioso tesoro unas tazas, un samovar y su propia vida resultaba prometedora para estas mujeres que llevaban rota el “ancla fiel del hogar”.
Sería en Cuba donde encontraría Anna su realización no ya como bailarina mas sí como coreógrafa y también en el amor. Un amor singular que le vendrá con confort, desenfado y realización de sueños. Pero la vida después de la década del 50 cambiaría para todos en la Isla, y por supuesto también para Anna…
La pericia de este escritor que nos cuenta una historia desde la visión de un personaje anodino, si se quiere, pero que tiene la responsabilidad de darnos una visión de Anna desde la admiración, el respeto, la tolerancia y a veces la incomprensión; con la advertencia de que no juzguemos pues todos acabamos siempre ardiendo en alguna una hoguera.