Por Alberto Garrido.
Una humanidad sin libros es como un planeta sin árboles, una aridez desolada y vacía, la muerte eterna de lo que nos hace distintos. Al pensar en esto me surgió una idea. En un mundo saturado de decálogos, donde hasta Bill Gates y el papa Francisco tienen los suyos ¿por qué no sugerir mi propio decálogo para buenos lectores? De manera que me apresuro a poner la primera piedra, con la esperanza de que no me la lancen de regreso.
DECÁLOGO PARA CONVERTIR LA LECTURA EN EL MEJOR DE LOS VICIOS (PÉGUELO EN LA CABECERA DE SU CAMA, EN LA PUERTA DE SU HABITACIÓN, EN SU NEVERA Y EN EL PANEL DE SU COCHE)
- Lea como si cada libro fuera un viaje (porque lo es: ya sea hacia otros mundos o hacia sus propias vísceras).
- Lea a los clásicos con el mismo fervor que planea su matrimonio o su entierro (que a veces es lo mismo). Si el mejor vino sale de antiguas bodegas, el placer de la lectura crece cuando probamos el mosto eterno de la literatura universal.
- Lea, aunque no le guste, hasta que sea su deleite. A un predicador le aconsejaron que hablara sobre la fe hasta que él mismo la tuviera y su obra evangelística fue tan grande que dicen que evitó en Inglaterra una revolución sangrienta como la francesa.
- Lea y admire a un autor muerto cuyo valor sea indudable. Para medir este valor piense en ese/esa poeta/filósofo/ensayista/dramaturgo/novelista de quien pueda hablar desvergonzadamente en la parada del bus, en el metro, en el aula y después de hacer el amor incluso con una extraña. Están destituidos de esta regla los escritores de libros de autoayuda.
Otras reglas básicas para leer
- Lea los libros sagrados. Recuerde que los poetas, como los ciegos, pueden ver en la oscuridad. Por citar unos pocos ejemplos, Faulkner, Hemingway bebieron descaradamente del Antiguo Testamento (literalmente se emborrachaban mientras leían las historias de los jueces y los reyes) y crearon universos insoslayables de míticos condados y tierras donde fluye la leche y la miel del reino de las palabras.
- Olvídese de los cinco mandamientos anteriores y lea de todo (el periódico local, Tolstoi, Coelho, Auster, las noticias de corazón, Yourcenar). Un buen “detector de mierda” es necesario tanto para el escritor como para un buen lector.
- Lea los libros de dos en dos y de tres en tres (por ejemplo, a Tolkien y Bukowski). Nunca se aburrirá y sin proponérselo, como en una novela de Vargas Llosa, quizás mezcle los mundos de estos textos en una exquisita confusión semejante a la vida.
- Lea empáticamente. Si mientras lo hace no siente ninguna experiencia, emoción, pasión, “rencor vivo” o sensaciones semejantes a la caída libre de un avión, ganar la Champions, el nacimiento de un hijo o un orgasmo, lamento ser yo quien se lo diga: usted no lo sabe, pero está muerto.
- Relea. Eso de que no es buena idea regresar a los sitios donde uno fue feliz, es basura didáctica, sabiduría de pacotilla. Como lo demostró Ítalo Calvino, releer es redescubrir, reinventarse, resucitar en esas páginas.
- ¿Ya le dije que leyera?
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