En razón de haber visto la luz a finales del XVIII, y al ser mujer, no las tenía todas consigo para triunfar en aquella coordenada vital, que exigía: una bonita cara, una buena dote o un título nobiliario.
Jane Austen a dos siglos ya de su temprana desaparición, sigue siendo una autora imprescindible a la hora de entender la literatura de la Inglaterra de principios del siglo XIX.
Aunque la Austen fue descrita como una mujer atractiva, prefirió el celibato por elección. Tampoco proveía de una familia venida a menos, porque su sangre noble, le llegaba por la vía materna. Definitivamente se sabía llamada a coordenadas vitales más allá de aquellos convencionalismos sociales y epocales.
Muy joven, le dio por emborronar cuartillas,-y allí las volvía a tener muy difícil-, bien sabido que la literatura del naciente siglo XIX inglés fue mayoritariamente protagonizada por hombres, por lo que tal empeño parecía fallido por necesidad para cualquier pretendiente “del bello sexo”.
Definitivamente tal presagio no era para ella. Y no fue segunda de nadie, en el arduo empeño de fabular y hacerlo siempre a lo grande como primus inter pares de los mejores narradores de su tiempo.
“Todo el privilegio que pido… es el de amar por todo el tiempo, cuando la existencia o la esperanza ya no estén”
Persuación, capít 23. Jane Austen
Las novelas más celebradas de Jane Austen
Con solo dieciséis años ya poseía una colección de cuadernos con apuntes, que señalaban su temprana inclinación literaria, aupada singularmente por lecturas sin número, en la gran biblioteca familiar. A los 23, ya tenía a mano, los primeros manuscritos de sus más celebradas novelas.
Fielding y Richarson, pioneros de la novela inglesa, le causaron cierta influencia, aunque a decir verdad, su estilo se encuentra mejor definido, no a la manera de los primeros, sino en la misma hechura de otros ejemplares narradores del neoclasicismo inglés como lo fueron Swift y Pope.
De ello darían fe sus producciones novelísticas, el género en que trascendió su siglo, y que siguen teniendo un público voraz, no ya en su lengua materna, sino en la variedad y cantidad de sus traducciones.
Al menos hay tres de las que conforman su opus novelístico, que la hacen trascender como narradora dueña de un estilo a todas luces realista: y son a saber en el tiempo cronológico de su aparición: Sentido y Sensibilidad, Orgullo y Perjuicio, y Emma, y que a no dudarlo la han inmortalizado en esta contemporaneidad, incluso con versiones cinematográficas muy bien recibidas.
De entre todas, la segunda mentada fue considerada por la autora como su favorita. Un detalle curioso apunta a que la Austen fue capaz de seguir el recorrido de sus personajes más allá del texto que los hacía vivir, y mantenía en su imaginación la continuidad de sus vidas fuera de la frontera de tales límites.
Críticas sobre la talentosa escritora británica
Algunos críticos, no muy bien enterados de sus grandezas, consideran los argumentos de sus novelas, como sensibleros, pero sorprende saber que su lectura no era solamente la preferida por el sexo femenino, sino que también muchos caballeros le rindieron sus honores. Contaron entre aquellos un Churchill o un bien aclamado Kipling.
Ya en su época, un celebrado contemporáneo novelista: Sir Walter Scott, alababa sus no pocas cualidades, resaltando su innato talento para lidiar con soltura con los sentimientos de personajes calcados con maestría de la vida real.
Virginia Woolf, a cien años de su muerte, proclamó para la talentosa escritora lo que consideramos hoy un muy justo epitafio:
“Aquí tenemos a una mujer…escribiendo sin odio, sin amargura, sin miedo, sin queja ni moralismos. Así fue como escribió Shakespeare, y cuando la gente los compara da por seguro que en la mente de ambos se han consumido todos los impedimentos(…) y precisamente por tal razón, Jane Austen vive más allá de sus palabras, lo mismo que Shakespeare.”
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