Rebeca Murga.
«La literatura no es una actividad de adorno, sino la expresión más completa del hombre», me dijo hace ya algunos años desde las páginas de un libro el escritor mexicano Alfonso Reyes.
Esa frase fue un reto para la jovencita que entonces yo era. Como todos, tenía un sueño por alcanzar, y entre mis nutrientes para lograrlo necesitaba madurez, sin decir adiós a mi inocencia; fuerza interior, sin que me abandonara la sensibilidad; y lecturas, sin las hirientes cadenas de los prejuicios o las modas literarias.
A las historias que escribí en aquellos tiempos les acompañaron muchas horas de lectura. Infinitas horas de lectura que aún hoy permanecen. Fue así que supe de libros y de autores de todos los tiempos y geografías. Descubrir y conquistar el olor alegre de la vida lleva tiempo y un gozoso esfuerzo, y no tengo dudas de que entre las muchas cosas que conforman el olor alegre de la vida están los libros.
El libro nuevo, recién salido del horno de la imprenta. El libro viejo, ya curtido y con cicatrices. Ambos, el libro niño y el libro anciano, van dejando caer en el corazón del lector las infinitas emociones de sus páginas, el caleidoscopio inagotable que se vuelve su universo de palabras porque en la lectura, como en el amor, no vence quien enamora con prisa, con vocabulario descuidado y técnica elemental. Es preciso andar a gusto.
Historias de mujeres en búsqueda de la libertad
Yo quería escribir historias, y a la vez leer las historias de los otros. Fue ahí cuando llegaron los amigos. No hay un cuento en La enfermedad del beso que no me haya regalado un nuevo amigo, la aventura de conocerlos y el deseo de que perduren como los de antaño.
La enfermedad del beso y otras dolencias de amor es un libro plenamente femenino. Recoge historias protagonizadas por mujeres que se hallan en situaciones límites tras el primer amor, el matrimonio, los hijos, el divorcio… Historias matizadas por el erotismo de sus personajes, mujeres hermosas y llenas de conflictos. Metáfora de la vida cotidiana.
Me gusta la técnica del iceberg. Sin hacer trampas al lector pretendo que mientras lea imagine las posibles historias que están, engañosamente dormidas y latentes, debajo de lo contado. Que vea, escuche y sienta en su piel y en su pecho. ¿Qué cuenta, aparentemente, La enfermedad del beso y otras dolencias de amor? La historia de un grupo de mujeres. Pero qué hay más allá si no la búsqueda de la libertad y la familia. Sin máscaras, pues todos aprendemos muy pronto que en lo que nos rodea no todo es color de rosa. «La abolición del velo femenino es un asunto delicado. No se producirá de un día para otro. Todos tenemos miedo de lo que encontraremos detrás de ese velo», escribió Anais Nin.
Agradezco a D’ McPherson Editorial la publicación de este libro, y a las editoras la pasión que sienten por su oficio. La enfermedad del beso se escribió en los años noventa mientras yo fundaba una familia; y sus cuentos fueron leídos a la luz de las velas por cuestiones nada románticas y sí económicas para mi país. Familia, amor, amigos… Sí; «la literatura es la expresión más completa del hombre», y de la mujer.
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