Por Sandra González Cuenca.
Respaldado por una exhaustiva investigación y la responsabilidad del autor con su país y sus lectores, La hora del Tres, de Juan Carlos Mejías Ruiz, se convierte en un texto singular por su desprendimiento de caminos ya revisitados de las artes plásticas en Cuba. Esta panorámica que recorre no solo el arte hecho en la capital, sino que se extiende a otras regiones de la isla, nos habla de su intención de analizar un fenómeno enraizado en la identidad cubana, con plurales aciertos a lo largo de toda su geografía.
Un momento oportuno para abrir este análisis es entonces el inicio del mejoramiento de las relaciones del Estado cubano con la Iglesia, cuando se potencia el uso de códigos relacionados con la iconografía cristiana; de forma tal que los artistas —vinculados o no a la fe cristiana—, encuentran el lenguaje y la oportunidad para representar sus ideas de forma sui géneris.
El arte como una muestra de la espiritualidad humana
A partir la década de los 90 pueden encontrarse mensajes de profundo ecumenismo, pero también cáusticas reflexiones sobre un clímax sociopolítico complejo que convierten estas representaciones en una referencia donde espectadores y estudiosos deben hacer parada obligatoria para una mejor comprensión de la sociedad cubana. De esta manera se profundiza en temas como la utopía, la metáfora y la fe vinculadas a veces con la emigración y otros fenómenos que se reescriben desde el punto de vista estético. Joel Jover Llenderroso, Williams Lezcano Peña, Maydelina Pérez Lezcano, Dashiell Hernández Guirado, Rubén Alpízar Quintana, Eduardo Abela Villarreal, Léster Álvarez Meno, entre otros, son algunos de los artistas que acompañan el texto con sus obras.
En los cuatro ensayos comprendidos (“La sociedad cubana de los noventa y la pintura religiosa católica”, “¿Arte cristiano abstracto?”, “Las nuevas formas de la utopía” y “Años noventa, los discursos de la pintura cubana y la iconografía cristiana como lenguaje metafórico”) su autor nos acerca, con magistral metodología, a un tipo de creación que hereda los mejores códigos del arte universal y los transforma en una criolla, flexible hasta la parodia y la desacralización, pero no menos significativa muestra de los desafíos y las conquistas de esa gran metáfora de los sueños en que se convierte la espiritualidad humana.
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