Yunier Riquenes García.
Siempre he tenido una relación especial con la noche. Los mejores y peores momentos de la vida los vivo y recuerdo en ese horario. Lo que me ha dado la noche se escribió en gran medida en las primeras horas del día y a máquina de escribir. Muchas veces no dejaba dormir a mi madre por los golpes a las teclas de la máquina. Recién había cumplido los veinte años y descubría otro ser que habitaba en mí.
Era un joven que tenía desafíos nuevos. Llegaba del campo a la ciudad de Santiago de Cuba a estudiar Licenciatura en Letras. Y Lo que me ha dado la noche cuenta pasajes que vi, oí, o viví. “A dónde irán los caballos”, el primer cuento del libro es un grito al maltrato infantil. Escuché la historia de un niño del que habían abusado… y se suicidó. Historias como esa se repiten con frecuencia en el campo cubano. Y tuve que escribir, que darle a la máquina. Ese cuento tiene el espíritu de la obra de un fantasma llamado Julio Cortázar. Ese texto fue finalista en el concurso iberoamericano que lleva su nombre y que siempre soñé ganar, más que por el dinero por el nombre.
Cómo surgen los cuentos del libro
Después le sigue “El mar y la fogata”, un cuento que escribí para tratar el descubrimiento de la sexualidad desconocida y el miedo a la aceptación. Había muchachos que llegaban a la universidad y no querían decepcionar a los padres, tenían que mantener los patrones y las creencias. Y luego sigue “Nadie escapa de la lluvia”, un cuento para hablar de la prostitución. Aquí mi personaje, aunque cuestionado por los lectores, no actúa de la misma forma que actuarían muchos otros. Todos no asumen la prostitución para la sobrevida. Todavía hay hombres que se inventan una isla y soportan un aguacero con los zapatos rotos.
Escribí “La llama en la boca”, para hacerle un homenaje a la mujer del campo y para denunciar el maltrato a la mujer. Esta es una de mis obsesiones: el respeto a la mujer, la violencia familiar. Para celebrar los quince, esa fiesta con la que sueñan muchas adolescentes; cuesta sacrificio, esfuerzo, desprendimiento, y a veces, sangre. Después le sigue “De veras el azul”, en toda la literatura cubana que había leído el personaje del policía cubano era un corrupto. Era el mismo molde. Se iba a La Habana, capital de Cuba a hacer de las suyas. Y yo quería escribir otra historia: Nadie nos ve nunca el dolor. Nos lo enterramos bien adentro. Uso esa sentencia de José Soler Puig como exergo para rendirle homenaje a él también. Y para mostrar el dolor de mi personaje.
Otras historias que se narran
El título que nombra el cuaderno lo escribí para seguir con los fantasmas, ahora el de Frida Kahlo. Después de una clase de Historia del Arte impartida por la profesora Diana Cruz Frida revolotea en mi cabeza. Escribí y solté parte de Frida, o se fue más adentro. No lo sé. Sus pinturas, su vida… su espíritu… Y más adelante, “No me miren por dentro”, se ha convertido en uno de los cuentos más antologados, para mi sorpresa. Ese cuento lo escribí para quitarme de encima la frustración. Solo mi madre sabe y recuerda lo que vivimos con la esperanza de que un concurso les cambiara las rutas a nuestras vidas. Todavía nos reímos y recordamos aquellos días que pasamos en aquel lugar: Ojalá que Esto fuera un cuento. Miro las once en el reloj y mi madre se tira un peo, esas son las primeras oraciones. Mi madre siempre dice, qué pensará de mí la gente. Cierra el libro “Todos los gatos son negros”, hasta entonces mi cuento más extenso. Escribí dos días seguidos, desde temprano y hasta tarde. Y con él obtuve una de las menciones en el reconocidísimo concurso de cuentos de la revista La Gaceta de Cuba entre más de 600 cuentos, era muy joven y desconocido. Lo escribo para dejar testimonio de aquello que comenzó a cambiar la vida.
Un comienzo en el mundo editorial
Los cuentos de Lo que me ha dado la noche me abrieron el camino de la literatura. Se incluyen en muchas selecciones y antologías en Cuba y el mundo. Esos cuentos fueron premiados en distintos certámenes literarios que hoy engrosan mi ficha. Recuerdo que con el proyecto de libro obtuve la beca Razón de ser que entregaba la Fundación Alejo Carpentier. Era joven y desconocido, repito, y escribía sobre el campo cubano. Se leyó en el acta “a pesar de tratar temas del campo…”, que nunca olvido.
Ese libro fue finalista del Premio Rafael Soler de cuento que convoca la editorial Oriente; y por eso lo publicó esta casa editora en 2007. Esos cuentos los escribí en El Granizo, un pequeño asentamiento de Jiguaní, que fue mi reposo y mi irreverencia, mi dolor profundo y mi alegría. Desde allí salieron al mundo editorial.
Son jóvenes y la vida los lleva por difíciles vericuetos, escribió la editora Asela Suárez de los personajes de este libro. Un volumen construido sobre estos personajes y sus conflictos. Ahora que se reedita este volumen releo y creo que hay muchas cosas en la vida que son posibles. Y sigo contando y escribiendo en las noches, repitiendo trozos de vida.
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