Joven Anteo:
Tu respuesta a mi anterior e-mail me confirma que algunas sombras se definieron en el firmamento de tu decisión inicial de escribir textos literarios.
Dudar, pensar y finalmente disponer; estoy seguro de que fueron estas tus principales diligencias intelectuales en estos días, junto a las imprescindibles del oficio de interpretar planos de construcciones y calcular mezclas de hormigón y armaduras de acero.
Sé que has dudado porque una segunda decisión, categórica y maquinal, te habría llevado al no, y por tanto me hubieras escrito en otros términos. O, simplemente, no hubieras continuado la comunicación.
Escribir: el camino de las incertidumbres
Mas vuelves a comunicarte, a preguntar. A dudar. Eso es señal de que te adentras en el camino de la escritura creativa, que es lo mismo que decir en el camino de las incertidumbres.
Te cuestionas cosas y buscas respuestas en la escritura. Tratas de responderte lo que nadie te ha revelado. Quieres construir un mundo diferente, quizás mejor que el que te rodea. Entonces me preguntas: “Qué escribo”.
¿Qué escribo? ¿Acerca de qué escribo? ¿Cómo organizo en palabras mis tormentos? Sí, Anteo, las ideas son tormentos. Llevarlas al papel una batalla.
Escribir es luchar contra las cotidianeidades
La naturaleza de un artista es su sensibilidad personal. No es necesario que lo confieses: te duelen las miserias del día a día, te molesta la pérdida de valores, sufres con los animales callejeros… No eres el único. No es el artista, el literato, el único destinado a sufrir y luchar contra estas cotidianeidades.
La mayoría de las personas sufren el acoso de estos males e, incluso, luchan para eliminarlos. Con leyes, con mítines, con mensajes de bien público. En las escuelas, en la sociedad civil, en sus casas, en sus barrios… Pero tú has escogido otro campo de batalla, el más romántico: la literatura.
Las condiciones innatas para escribir, ¿necesarias?
Es muy probable que al tomar tu decisión de escribir ni siquiera sepas si tienes las condiciones innatas para hacerlo. Puede que no seas el cuentero popular que se sienta en las esquinas del barrio, o debajo de un árbol en el campo, a narrar historias entretenidas en las jornadas de ocio. No eres el poeta indetenible que compone y enlaza versos, asumiendo el reto del repentismo delante de un público capaz de fascinarse con el éxito de cada rima, de cada imagen.
No eres más que un joven sensible, Anteo. Te enfrentas a un nuevo desafío. Tienes delante de ti los motivos, pero preguntas: “¿Qué escribo?”. Debe ser que intuyes que el arte no puede ser repetición. Y que has leído y por tanto interpretas que ya todo está dicho. Desde hace muchos años. No hay nada nuevo bajo el sol, ni siquiera las palabras. No tienes nada nuevo que decir. Pero necesitas escribir. Y te preguntas, ¿qué?
Tu propia visión del mundo en la escritura
Quieres escribir cosas bellas, pero sientes que la literatura siempre ha estado “cargada de fatalidad y de tristeza”. La felicidad no hay que escribirla, hay que vivirla igual que todo en la vida. Nada es nuevo bajo el sol, pero puede ser nuevo para ti. Es tu visión del mundo, de la felicidad y la amargura, del bien y el mal, de la oscuridad y de la luz, lo que hará que esas palabras viejas que uses en tu escritura renazcan renovadas por el hecho artístico. Palabras que brotarán de tu sensibilidad para trasmitir emociones al lector. Escribir es emocionar. Es meter tu mano en el pecho del lector y tocarle, acariciarle, estrujarle el corazón.
La aventura de escribir y la aventura de la vida
La vida está, como Dios, en todas partes. Para emprender la aventura de escribir, joven tallerista, debes emprender también la aventura de la vida. No es necesario que te enroles en una guerra o te lances detrás de un toro en San Fermín, como Hemingway, ni que tengas una babilónica biblioteca en la cual sumergirte, como Borges o Verne. Cada hombre puede vivir su aventura personal. Cada artista debe encontrar las maneras de compartirla.
Ningún tema es horrible
Ahí tienes los temas que te estimulan a escribir: las miserias del día a día, la pérdida de valores, los tristes animales de la calle, y un millón de motivos más. Pueden parecer cosas feas, pero ningún tema es horrible si la historia que cuentas es verosímil, si lo haces con palabras limpias -más allá de la limpieza gramatical-, si lo asumes con bravura, si lo consigues con elegancia.
Adelante, guerrero, vida y literatura esperan por ti.
Yo estaré pendiente de tu próximo e-mail.
Postdata: ¿Te gusta la pelota, Anteo? Me decía un viejo amigo, escritor, que conseguir una obra verdaderamente original es como golpear una pelota con el bate en el noveno inning del juego. Solo que se trata de golpearla en el lugar donde nadie lo haya hecho antes en el partido. ¿Te imaginas?
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