¿Te atraen los cuentos de hadas? Me gusta afirmar que, cuando escribo para niños, construyo esas historias que quise escuchar en mi infancia. Es difícil, no obstante, pretender el hecho de volver a ser niño cuando uno se embarca en esta travesía de la escritura (yo diría, sin demasiado temor a equivocarme, que es un ejercicio imposible: a esa edad de oro de la infancia no se puede retornar, ni siquiera en los sueños o en la escritura).
Queda, cuando más, un trabajo en torno a lo posible, en torno a esa memoria emotiva de la niñez que, pese a nuestra edad, nos acompaña, y el trabajo con los referentes y las figuras literarias (arquetípicas o atípicas) que siempre forman parte del quehacer del autor. A través de esto se inicia el juego ficcional en el que el escritor intenta dar vuelta atrás al reloj de la biología e intenta, también, rescatar algo de esa esencia perdida tras el paso de los años, con el objetivo de dar cuerpo a una obra que dialogue con el niño.
Los cuentos de hadas: sus figuras, temas y leitmotivs
No por gusto —aunque todavía subestimada o tildada de literatura de segunda importancia por no pocos editores, editoriales, agentes, escritores e incluso lectores— la literatura infantil y juvenil es una de las más difíciles, una tarea en la que no todos se atreven a enrolarse.
No son pocos los escritores —y entre ellos me incluyo— de literatura infantil y juvenil que apuestan por rescatar las arquetípicas historias del cuento de hadas, sus figuras, temas y leitmotivs. Son historias que, a lo largo de centurias, han demostrado su preponderancia en el gusto de los más pequeños y son referencias obligatorias cuando se menciona el libro escrito para niños y jóvenes. Pero trabajar, en la actualidad, en este mundo contemporáneo tan bipolar que vivimos —y en el que los niños también viven— con historias y temas aparentemente antiguos, retomar el arquetipo sin intentar ningún tipo de actualización que homologue esa otra realidad con el presente del niño lector, es una tarea cuando menos suicida.
Los cuentos de hadas en la modernidad
No son pocos mis libros escritos para el público infantil que retoman los temas clásicos del cuento de hadas, su estructura o sus personajes. Otros de mis libros no abordan colateralmente estas dinámicas de pensamiento escritural. Pero los signos están ahí, menos o más presentes, en casi todo mi tejido como autora.
He aquí algunas recomendaciones para aquellos que deseen viajar a bordo de las historias o cuentos de hadas en la modernidad:
Una relación directa con el mundo del niño de hoy
- Trabaja con los referentes clásicos, pero siempre modernizándolos. El niño de hoy en día quiere escuchar historias que hablen de él y de su realidad, historias que le sirvan para contemplar su propio mundo, para reírse de él o para analizarlo. No es de utilidad para el lector ni para el escritor enfrascarse en la confección de historias desactualizadas, incapaces de dialogar con la realidad o que, simplemente, la edulcoren hasta el punto de hacerla irreconocible (y dicho sea de paso, el cuento de hadas es bastante susceptible de caer en ese error de principiante). Si vas a escribir historias que usen figuras arquetípicas, preocúpate antes que nada porque lo que vayas a contar tenga una relación directa con el mundo del pequeño lector.
El mundo infantil no es solo color de rosa
- No minimices al niño. Este es otro error bastante frecuente entre los escritores de literatura infantil. ¡Muy frecuente, de hecho! Ya sea desde el punto de vista del discurso, o desde la propia exploración de las circunstancias dramáticas que la trama cuenta o desde el diseño de los personajes, ciertos autores intentan mantener “vírgenes” e impolutas las historias escritas para los niños.
Esos mismos autores son aquellos que entienden y defienden a capa quitada que el mundo infantil es solo color de rosa, que todos los niños son felices, que los padres no se divorcian, que las familias siempre están unidas, y que todos los finales tienen que ser felices y con moraleja, ¡mucho mejor si tienen moraleja! El terreno del cuento de hadas ha sido, desde sus orígenes, un camino donde la fácil edulcoración de las historias encuentra su constante. En mi experiencia como autora, no hay tema que no pueda ser abordado a través de la escritura, y no hay tema que, si bien presentado, no pueda ser mostrado al niño en toda su naturalidad.
Un registro acorde al pequeño lector
- El discurso o el tono de los personajes debe ser siempre clásico y extremadamente literario. Quizás porque buena parte de las historias de hadas parecen acontecer en tiempos pretéritos, muchos escritores creen que es preciso llevar el discurso de los personajes (es decir, su tono de habla) hacia esa antigüedad lingüística que, excepto como arqueología literaria, poco tiene que decir al lector infantil contemporáneo. Intenta que tus historias no solo reflejen la realidad del mundo, sino que hablen directamente con sus receptores en un lenguaje común, no en citas babélicas. No es preciso minimizar el discurso o reducirlo a vano coloquialismo, pero sí trabajar en un registro acorde al del público lector.
La construcción de un personaje verosímil
- Polaridad en el diseño de los personajes: los malos siempre son terribles; y los buenos son la bondad personalizada. Los extremos hace mucho han comenzado a desteñirse en cuanto a materia escritural se trata. Al lector le interesa más el claroscuro a la hora de construir un personaje verosímil, que la pureza o la maldad extremas. De nuevo, el cuento de hadas tiende, desde su estructura, a la polarización de las fuerzas antagónicas que se enfrentan en un conflicto pero, recuerda, desde aquellas primeras historias arrancadas del folklore de los pueblos y transmitidas a las redes de los libros, han pasado siglos. La actualización de referentes aporta, no resta.
Un final tan complejo como la propia realidad
- Todos comieron perdices y todos los finales han de ser felices. Error. Aquí sucede algo muy semejante a lo que les señalaba en el punto anterior, vinculado al diseño de los personajes. Podemos achacarle a las historias de hadas tradicionales el nacimiento del final feliz edulcorado y en ocasiones poco realista, pero no hay necesidad de continuar siguiendo ese molde. ¿Esto significa el destierro absoluto del final feliz de las historias? No. Para nada. Siento, como autora de literatura infantil, que un final satisfactorio es necesario para el niño, pero este puede ir teñido de matices y ser tan complejo como la propia realidad en la que el niño vive y se desarrolla. Agregar un poco de verdad al final de las historias no hace daño ni al lector ni al escritor.
Una historia que divierta y enseñe
- Adiós a las moralejas. Una de las cosas que más detestan los lectores infantiles son esas moralejas cansinas, que muchas veces inspiran más temor o reverencia que placer de lectura o verdaderas enseñanzas. Si como escritor sientes que hay algo que debes transmitir a modo de aprendizaje al lector infantil, hazlo con naturalidad, sin violencia simbólica en las palabras, sin emplear el miedo como herramienta y sin ser farragoso a la hora de comunicar tu idea. No la recalques. Y sé sencillo desde el punto de vista discursivo. El lector infantil agradece más una historia que le divierta y a la par le enseñe, que una cuyo objetivo principal sea el de convertirse en un simbólico profesor de moralidad y de las “buenas” ideas.
Escribir cuentos de hadas: una diversión compartida
Seguir estos consejos no necesariamente conducirá a que escribas mejores historias para niños o que el cuento de hadas luzca como una estructura digna de ser rescatada de las manos del tiempo, pero sí contribuirá a que actualices tus referentes como autor y puedas enrolarte en búsquedas más profundas de sentido.
La escritura, antes que nada, es diversión compartida: entre el que construye la historia y aquel que la consume. Todo lo demás, tanto lo hermoso como lo terrible, es adyacente.
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