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Tao Te King. La compañía del solitario

Tao te king

Mireya Piñeiro Ortigosa.

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De tanto repetirse que la soledad es mala consejera, muchos han llegado a otorgarle una categoría de dogma sacramental, de pilar filosófico, de verdad científica y hasta de recomendación sanitaria, a una sentencia que, como casi toda expresión de la realidad, puede contener matices tan diversos que llegan a la contraposición misma. De modo que si de soledad se habla, lo mismo ofrecen razones atendibles sus detractores que sus adeptos. 

Pero quiero referirme a un ilustre solitario que, por demás, nunca le otorgó una sola y exclusiva vía de entendimiento a nada de cuanto existe, nos rodea y condiciona. Algo muy difícil, no solo en lo que respecta ser un auténtico solitario, sino en abandonar la cómoda arrogancia de siempre estar seguro de lo que aparentemente es lo seguro. Y estoy hablando de Lao Tsé. 

Aunque su vida está envuelta en la seductora neblina de la leyenda, hay consenso para situar a Lao Tsé en la antiquísima China del siglo V antes de Cristo, y contemporáneo con el gran Confucio. ¡Qué pareja de filósofos para compartir un mismo espacio de tiempo!

He dicho filósofos y tendríamos que comenzar precisando de qué va eso de ser un filósofo, o mejor: cuál es la esencia que los define, porque ya sabemos que el tiempo todo lo va modificando y hoy pudiera tratarse lo mismo del estatus que otorga una licenciatura certificada por alguna universidad, que de la eficacia comunicativa con la cual un parlanchín sea capaz de argumentar cualquier disparate.

La leyenda de Lao Tsé

Un filósofo es algo más simple y mucho más complejo a la vez: es alguien que piensa y le profesa un amor obsesivo a la sabiduría, al conocimiento, y a partir de ahí, intenta encontrar una brecha que ilumine la existencia, que le dé fundamentos a la verdad, que brinde asideros para la ética humana y hasta para el entendimiento de la belleza.

Lao Tsé fue un filósofo que armó una especie de arquitectura muy singular para entender los procesos de todo cuanto es. Pero a diferencia de los demás filósofos antiguos, su naturaleza huraña de solitario empedernido le impidió vivir rodeado de atentos discípulos que bebieran, directamente y embelesados, de sus enseñanzas. Hay que ubicarse en el tiempo: no existían los libros, ni los periódicos, ni muchísimo menos las redes sociales… entonces ¿cómo “socializó” este filósofo su sistema de pensamiento?

Sigue contando la leyenda que lo hizo como un gesto de despedida antes de perderse en la nada de cualquier camino, cumpliendo la petición del oficial de un puesto fronterizo, el cual quería un resumen escrito de toda su doctrina. Lao Tsé permaneció cien días en aquel lugar, escribiendo una pequeña y trascendental obra contenida en cinco mil caracteres chinos que hoy conocemos como el Tao Te King.

La filosofía del taoísmo

El taoísmo es la escuela filosófica creada por Lao Tsé a partir de su pequeña y gigantesca obra: el Tao Te King, que será imposible intentar resumirla; como imposible dejar de decir… a la carrera… que en ella se definen tres grandes fuerzas contenidas en todo: la activa, la pasiva y la conciliadora, las cuales existen en una misma unidad o estado. Y otra cuestión ineludible: que no hay nada permanente ni pasajero a perpetuidad, porque todo se va, pero todo vuelve;  porque todo está sometido a un eterno retorno. 

Publicitada hasta el cansancio hoy vemos por dondequiera el taijitu, o símbolo del taoísmo: un círculo que representa, de manera esquemática y como en forma de dos amebas, una negra y otra blanca que contienen a su vez y en su interior un circulillo del color de su contrario; simbología que hace patente esa dualidad omnipresente definidas por Lao Tsé como yin y yang.

La lectura del Tao Te King

Yo leí el Tao Te King, por primera vez, en los inicios de la década del 90, cuando todo mi mundo se hundía. Y este pequeño libro fue una tabla de salvación. Lo he leído muchas veces y he vuelto a él por estos días. El eterno retorno tiene visos de resultar una certeza, solo que ahora pareciera como si, no ya mi mundo, sino el mundo, estuviera a punto de hundirse. 

Como todo es una suerte de dualidad, o para decirlo al modo taoísta: contiene yin y yang, leer presenta tales características: es un acto de soledad y a la vez de suprema compañía. La Editorial D´ McPherson publicó recientemente una versión del Tao Te King comparada con la Biblia, resultado de mis numerosas visitas a estos dos libros, pilares de la cultura humana. La recomendación viene de muy cerca; pero anímese a leer este libro que enseña a vivir y, por si fuera poco, tiene efectos salvadores para estos tiempos.

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